La transición del país de una economía de ingresos bajos a medios implica varios desafíos para la sociedad boliviana. Entre ellos está el de promover la satisfacción de necesidades de una clase media en crecimiento como servicios básicos de calidad, una red social de apoyo y la posibilidad de efectuar diversas actividades con facilidad y sin restricción innecesarias.

¿Existe alguna fórmula para la felicidad? ¿Qué elementos generan felicidad? ¿Cuánto influye el dinero en la felicidad? ¿Se puede medir la felicidad? ¿Cómo? Con la creciente disponibilidad de datos, los investigadores han comenzado a estudiar de la manera más seria posible estas interrogantes.

Uno de los aspectos que resalta es que en los países de ingreso bajo la felicidad está relacionada con el ingreso de las familias. De hecho, un estudio publicado en la Revista Económica (“The Economic Journal”) encontró que dos terceras partes de la felicidad estarían relacionadas con el ingreso de las personas, según el análisis de Ada Ferrer-i-Carbonell y Paul Frijters en 2004.

Un estudio más reciente publicado en la Revista de Socio Economía (“The Journal of Socio Economics”) y escrito por el investigador Francesco Sarracino en 2013, confirma que el ingreso es importante para el bienestar, aunque también señala que es crucial que una familia cuente con redes de apoyo social.

Por tanto, en los diferentes países la situación económica es un determinante fundamental del bienestar subjetivo, algo que se conocía muchos años atrás, pero que ahora se puede cuantificar con encuestas y otras formas de medición.

Es interesante notar que desde las primeras décadas del siglo pasado hasta el presente en adelante proliferaron varios libros de autoayuda, en los cuales el dinero y la riqueza jugaban un rol determinante para el bienestar personal.

Desde el libro clásico de 1937 Piense y hágase rico de Napoleón Hill hasta El secreto de Rhonda Byrne de 2007, apuntan a la importancia de focalizarse en la abundancia como una forma de atraer la felicidad.

De hecho, Hill escribió ochenta años atrás “Algunos preguntarán: «¿Por qué ha escrito un libro sobre el dinero? … Algunos pensarán que hay otras formas de riqueza mucho más deseables que el dinero, y tendrán razón. Sí, hay riquezas que no pueden medirse en términos monetarios, pero millones de personas dirán: «Dame todo el dinero que necesito, y yo me encargaré de encontrar aquello que deseo»”.

En lo que va del presente siglo hemos concentrado nuestra atención en Bolivia en el crecimiento económico, debido a la bonanza observada entre 2004 y 2014. Tal como lo muestra el gráfico 1, el auge experimentado es el segundo más alto tanto en crecimiento promedio (cercano al 5%) como en duración (10 años), que fue sobrepasado por el experimentado entre 1961 y 1977, con un crecimiento mayor al 5%.

En este artículo exponemos que mantener el crecimiento o impulsar una dinámica más alta es importante, pero no el fin último de la sociedad. En efecto, mostramos que el cambio ocurrido en el país al pasar de una economía pobre a una de ingreso medio implica centrarnos cada vez más en otro tipo de indicadores más cercanos al bienestar de la población.

 

El bienestar de la sociedad boliviana en un punto de inflexión

En 2010, Bolivia pasó de la clasificación de país de ingresos bajos a uno de ingreso medio bajo, según la clasificación del Banco Mundial, en virtud a que superó los $us1.100 anuales de ingreso que lo mantenían en la clasificación de ingreso bajo, como lo muestra el gráfico 2.

Este paso se dio tardíamente en el caso de nuestro país, puesto que Bolivia experimentó varios episodios de inestabilidad macroeconómica de origen externo como la Gran Depresión de 1929 como los periodos complejos en términos de estabilidad como la de los inicios de la Revolución Nacional en los cincuenta y la hiperinflación de los años ochenta.

Durante más de un siglo y medio, el énfasis en la discusión pública como en los planes de gobierno estuvo en disminuir la pobreza y reducir la exclusión. En el censo de 1976, el primero que se realizó con las convenciones estadísticas más adecuadas, el 86% de la población era pobre. En la última medición censal de 2012, la pobreza sigue siendo relevante (45%) pero el paso a la clase media de cientos de miles de personas ha dado lugar a que la población ahora se concentre en otros aspectos adicionales.

De hecho, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) construido a raíz del cuestionamiento al PIB como medida de bienestar efectuado principalmente por el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, incluye no sólo ingreso, sino también aspectos como salud a través de la esperanza de vida y educación, mediante los años promedio de educación, como los años que se espera esté en el colegio un habitante promedio.

Es importante señalar que el ingreso es el factor más importante en el desarrollo humano de las personas hasta cierto punto, a partir del cual, la salud y la educación, o la calidad de vida, cobran más relevancia, como lo muestra el gráfico 3.

 

De hecho, a medida que aumenta el ingreso por habitante, las mejoras en el desarrollo son cada vez menores, puesto que la ponderación implícita de la educación y la salud comienzan a ser más importantes en la práctica. Es decir, cuando existen niveles altos de pobreza y de bajo ingreso, las alzas del ingreso implican mejoras en educación y salud.

En el caso boliviano, las mejoras de ingreso se plasmarán en mayores niveles de bienestar en la medida que se traduzcan en más y mejor educación y salud, además de los factores relacionados al bienestar, que analizamos a continuación.

 

Bolivia en el contexto sudamericano a través de las estadísticas

Uno de los logros de la economía boliviana es que, en términos de crecimiento, se encuentra en una favorable posición desde hace varios años, liderando el ranking en este aspecto en el ámbito regional, tal como lo muestra el gráfico 4, donde también se muestran otros comparadores internacionales.

Analizaremos brevemente cada uno de ellos para ver las fortalezas y debilidades del país en ámbitos diferentes a sólo la actividad económica medida por el PIB, tomando en cuenta que cada uno de estos indicadores también tiene limitaciones, pero puede servir de guía para entender carencias en ámbitos específicos. Veremos primero los de naturaleza económica y continuaremos con los de carácter social.

 

Por ejemplo, estamos rezagados en términos de productividad, tal como es medida por el Foro Económico Mundial, mediante el Índice de Competitividad Global, que mide el conjunto de instituciones, factores y políticas que determinan la productividad. En ella, debemos mejorar tanto en la cantidad de factores que promueven el crecimiento, en la eficiencia de uso que se le dan como en la innovación y la tecnología.

Igualmente, relacionado con el ámbito económico, el índice de Hacer Negocios (Doing Business) del Banco Mundial, mide la facilidad para una empresa de realizar diversos trámites. Esto se origina en un trabajo académico de Hernando de Soto en los ochenta, plasmado en su libro El otro sendero, donde investigó los trámites necesarios para establecer una empresa. Posteriormente investigadores ampliaron la gama a diversos aspectos. El país se encuentra en el puesto 152 de 190 países, donde sobresale la dificultad de los trámites impositivos, de la creación de una empresa y de los permisos de construcción. Esto es relevante en un país que, como el nuestro, ha sido destacado por el nivel de emprendimiento.

En similar ámbito, el índice de complejidad económica fue creado por los profesores Ricardo Hausmann de la Universidad de Harvard y César Hidalgo del Instituto Tecnológico de Massachussets, dos de los centros universitarios más prestigiosos en el mundo. Mide el grado de diversificación de las economías y de la complejidad de sus exportaciones. Bolivia tiene una nota muy baja en esta dimensión porque sus envíos al exterior se concentran en materias primas y productos industriales muy básicos. El índice sirve para predecir el crecimiento económico futuro; y apunta a que, sin reformas, Bolivia podría crecer en torno a 3,5% en 2026.

En el caso del Índice de Libertad Económica, que es recopilado y construido por la Fundación estadounidense Heritage (Herencia o patrimonio). Aunque ligada a una visión particular sobre la sociedad y economía, donde la libertad económica es realzada como una de las herramientas fundamentales para el progreso humano, sirve para indagar algunos aspectos relacionados con las libertades en general. En este ranking Bolivia se sitúa en el puesto 173, donde los puntos más destacados positivamente son la libertad de comercio externo y carga tributaria, apunta a que el clima para la inversión no es favorable, así como los aspectos referidos al respeto a la ley.

En el plano social, el indicador más utilizado es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas, es interesante notar que en el ranking global el país se encuentra en el puesto 118 de 188 países considerados en el último reporte. Sin embargo, si clasificásemos por ingreso por habitante, en lugar de todo el IDH, la clasificación nos pondría en el puesto 112. Esto nos sugiere que se deben mejorar las dos áreas restantes en la construcción del índice, cuales son la educación y la salud.

Lo propio sucede con el Índice de Progreso Social, una medida calculada por el Imperativo de Progreso Social. Éste se define como “la capacidad de una sociedad de satisfacer las necesidades humanas fundamentales de sus ciudadanos, de establecer cimientos que permitan mejorar y mantener la calidad de vida de sus ciudadanos y comunidades, y de crear las condiciones para que todos los individuos alcancen su pleno potencial.” Esta medida reconoce los avances en servicios básicos (incluidos los financieros), pero advierte la falta de acceso a educación superior, derechos personales, calidad ambiental y libertad de opinión.

Finalmente, el Índice de Felicidad es compilado por académicos de la Universidad de Columbia en Nueva York, entre los que destaca el economista Jeffrey Sachs. Ellos utilizan encuestas en los diversos países para medir el grado de satisfacción con diversos factores entre los que se encuentran, además del ingreso, la red de apoyo social, la esperanza de una vida saludable, la libertad de tomar decisiones, la generosidad y la percepción de corrupción. En ella, Bolivia está en el puesto 62, que en general es mejor que la clasificación por PIB, aunque por debajo de otros países latinoamericanos. Según el reporte, que también responde a criterios específicos de los investigadores, la sensación de felicidad latinoamericana estaría relacionada con el mayor nivel de generosidad y calidad humana en las relaciones interpersonales.

 

En busca de la felicidad

El objetivo del artículo ha sido mostrar que Bolivia ha experimentado un cambio cualitativo en los últimos años, en el sentido de que su tránsito hacia los países con ingreso medio, de ser uno de los países más pobres de América Latina, implica una reflexión sobre las necesidades de la sociedad actual.

La comparación con los diversos índices muestra que el país requiere mirar más allá del crecimiento económico para alcanzar niveles más altos de bienestar social. Esto implica que la agenda de discusión de políticas públicas tiene que pasar de la cantidad a la calidad de crecimiento económico, lo cual va de la mano de aspectos como mejores servicios básicos, mayor libertad en diversos ámbitos, facilidad para el emprendimiento y la efectiva protección social.

Esto no significa que no se deba continuar enfatizando las medidas para promover el crecimiento económico, puesto que sería un error grave dejar de enfocarse en cómo promover la actividad económica, habida cuenta de las crisis económicas que el país experimentó durante su historia y que decantaron en mayor pobreza. Pero exige también ver cómo mejorar los factores que promueven la felicidad individual y el bienestar social, propios de un país de ingreso medio.

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