Tanto a nivel mundial como en el país, han proliferado rumores e interpretaciones parcialmente correctas o totalmente erróneas. Este artículo, elaborado por el Centro Boliviano de Estudios Económicos CEBEC como una guía para entender la coyuntura, nos muestra algunos ejemplos de este tipo de análisis y explica cómo se difunden estas ideas.
El profesor de economía Ernesto Fontaine de la Universidad Católica de Chile tenía una práctica en sus exámenes. Añadía una noticia o un comentario de alguien conocido y preguntaba sobre la veracidad o falsedad de dicha nota u opinión. Esta práctica la hacía con el ánimo de entrenar a los futuros economistas en la práctica del pensamiento crítico.
Si bien esta habilidad o competencia está valorada como importante en esta época, todavía se difunden varias opiniones o noticias económicas que implican errores metodológicos en su interpretación. En esta nota, se exponen algunos ejemplos de este tipo y se explica al final por qué se vuelven tan populares, a tal punto de convertirse en noticias falsas o “fake news”.
Comparaciones incomparables
Cuando analizamos y tomamos decisiones, usualmente utilizamos algo familiar para hacer comparaciones. En la economía conductual o del comportamiento, se le conoce como “punto de referencia”.
Estos puntos son relevantes cuando queremos analizar desde aspectos pequeños como compras sencillas hasta la contrastación de indicadores entre países o a lo largo del tiempo. En el primer caso vemos cómo es el precio y la calidad respecto a un producto que tenemos de referencia, mientras que en el segundo vemos cómo está un país respecto a otro.
Sin embargo, puede llevar a conclusiones extremadamente erróneas cuando se trata de comparar dimensiones que varían a lo largo del tiempo.
Dos ejemplos que en estos meses llevan a inferencias erróneas tienen que ver con el Producto Interno Bruto (PIB) y la deuda externa. En el primer caso, se ha mostrado frecuentemente que éste es cada vez más alto y que implica mayor bienestar para la población. Mientras que en el segundo se indica que también ha aumentado y que esto involucra mayor vulnerabilidad para el país.
Si bien ambas interpretaciones son parcialmente correctas, se refieren a variables que crecen a lo largo del tiempo por razones que van desde lo demográfico hasta la inflación.
Por tanto, comparar el PIB de 1970 ($us1.017 millones) con el de 2017 ($us37.509 millones) no tiene sentido, como tampoco es consistente hacer lo propio con la deuda externa en 1970 ($us716 millones) con la de 2017 ($us12.990).
Para solucionar este problema, se utilizan otros métodos. En el caso de la deuda externa es mejor comparar su relación con respecto al PIB (70% en 1970 frente a 35% en 2017).
En cuanto al PIB, lo que se hace usualmente es aislar la inflación y utilizar “precios de un año base”. En tal virtud, la relación 37 a 1 entre el PIB de 2017 y el de 1970 se reduce a 4, si es que se utiliza el PIB a precios de un año base, como ser 2010 que usa el Banco Mundial en sus comparaciones. De esa forma, la expansión real fue de $us6.275 millones en 1970 a 27.881 en 2017.
De hecho, eso evita que se hagan comparaciones sin sentido, como sería el PIB del país en 1980 fue de Bs111 mil frente a los Bs234 mil millones de 2016, cifra completamente distorsionada por la hiperinflación de los años ochenta y la inflación moderada que la sucedió.
Por tanto, se puede concluir que hubo un aumento del PIB y de la deuda, pero no en la proporción señalada.
La crucial distinción entre cuestiones de orden y de grado
La saga de películas de la Guerra de las Galaxias (Star wars) popularizó la batalla entre dos fuentes contrapuestos: el lado oscuro de la fuerza contra el lado luminoso. Varios personajes debían elegir entre uno de ambos caminos, lo cual determinaba su rol.
Así como esta película, hay aspectos de la vida que implican dos resultados distintos, que no se pueden combinar, a lo que se denomina dicotómico. Por ejemplo, una moneda lanzada al aire sólo puede dar cara o sello, no ambos o una combinación. O uno puede estar aprobado o reprobado, no existiendo una combinación de ambos.
A estas cuestiones se las denomina de orden porque sólo puede ser o la una o la otra. Sin embargo, existen varias otras cuestiones en las cuales existen opciones intermedias, ya sean contadas o infinitas. A esas se las conoce como cuestiones de grado.
Por ejemplo, en el caso de la educación no existe una noción de educado o no educado, sino categorías intermedias definidas que van desde analfabeto hasta doctorado, pasando por bachiller, técnico o licenciado. También se puede analizar desde el punto de vista de años de educación, que implica muchas más categorías. Obviamente, la anterior clasificación sólo toma en cuenta la cantidad de educación, en lugar de la calidad, que le añadiría un componente adicional de grado, en términos de que un profesional titulado bien puede tener muchos años de educación, pero no las habilidades y competencias para convertirse en empleado o empresario. Esto profundiza aún más la importancia de tener clara las cuestiones de orden y de grado.
Esta distinción es fundamental a la hora de hacer valoraciones. En el caso de cuestiones de orden, o es bueno o es malo según lo que se considere, sin que importe la magnitud involucrada. Por ejemplo, es mal visto reprobar un curso o un programa de capacitación por los costos que implica en términos monetarios y de tiempo.
En cambio, en los aspectos de grado, la bondad o inconveniencia de un aspecto puede ser más discutible y depender de otros aspectos adicionales. Varios profesores y educadores estarán de acuerdo que una persona que tuvo la nota mínima de aprobación es prácticamente similar a alguien que no reprobó.
En el ámbito del análisis económico, se tiende a caer en generalizaciones innecesarias cuando algo se califica como malo o bueno sin tomar en cuenta que tiene una categoría de grado.
Dos ejemplos que vienen de visiones económicas distintas son “el déficit comercial es malo” y “el déficit fiscal es bueno”. Tomadas de esa forma, llevan a conclusiones erróneas porque dependerán de su magnitud y de otros factores como el destino de los recursos, así como la duración de este fenómeno.
En efecto, en ambos casos la respuesta dependerá de la magnitud: si es muy alto, generalmente es complicado porque implica más vulnerabilidad ya sea externa (déficit comercial) o público (déficit fiscal).
Ese sería el caso del déficit fiscal boliviano, que con un promedio de 8% por varios años ha implicado la reducción de activos públicos y el endeudamiento continuo. Es decir, a pesar de que se destina a la inversión pública que implicaría retornos a futuro, su magnitud y duración complican la gestión de finanzas públicas.
Por otro lado, los cuatro años de déficit comercial son menos problemáticos en términos proporcionales (en torno a 2,5% del PIB), tomando en cuenta que es similar al promedio de la mayoría de los países (casi dos tercios) que tiene un desbalance entre exportaciones e importaciones desde 1960.
Esto no deja de lado que ambos, los déficit fiscal y externo, están relacionados en varias oportunidades. En efecto, los países que tienen importantes desbalances fiscales se encuentran usualmente en una situación de desequilibrio externo.
En síntesis, el provecho o la desventaja de tener algunos indicadores en terreno negativo dependerá de varios factores y no pueden ser mirados aisladamente.
La peligrosa descontextualización
Un refrán útil para el análisis e interpretación es aquel que dice que “todo texto fuera de contexto es simplemente un pretexto”. De hecho, múltiples interpretaciones erróneas surgen de que no se toma en cuenta el contexto a la hora de efectuar el análisis.
Esto es más relevante cuando se habla de determinadas corrientes ideológicas, las cuales son legítimas, pero aplicadas sin tomar en cuenta el entorno podrían desembocar en políticas u opiniones equivocadas. Las ideas de los pensadores como Adam Smith, Karl Marx, John Keynes, Friedrich Hayek, Milton Friedman, Robert Lucas, entre muchos otros, deben ser interpretadas tomando en cuenta el contexto en el cual formularon sus ideas.
Un ejemplo de la importancia del contexto en el análisis proviene de hace más de tres décadas. La lectura cuidadosa del Decreto Supremo 21060 de agosto de 1985 generaría sorpresa hoy entre especialistas en economía que no están al tanto de la situación boliviana, porque dice “Se establece un régimen de tipo de cambio único, real y flexible del peso boliviano con relación al dólar de los Estados Unidos de América” (Art. 1).
En economía no existe una definición como la anterior que cumpla con esos requisitos simultáneamente. Pero conociendo el contexto, es más fácil entender que “único” se debía a que en ese momento existía una diferencia muy grande entre el tipo de cambio oficial y el que se utilizaba en las distintas transacciones económica.
Por otra parte, “real” aludía a que no iba a ser una paridad o tipo de cambio que refleje sólo las buenas intenciones de las autoridades, sino que sea concordante con el equilibrio entre las entradas y salidas de divisas. Finalmente, “flexible”, porque dejaba atrás una época donde el tipo de cambio permanecía fijo por varios años, salvo modificaciones (devaluaciones), se dejaba al mercado su determinación, algo que paradójicamente sólo fue válido hasta fines de dicho año.
Otro ejemplo de descontextualización es, por ejemplo, comparar la mediterraneidad de Bolivia y Suiza, para concluir que no existen efectos de la falta de acceso al mar para un país. Dejando de lado los aspectos propios de una discusión sensible sobre este tema, es importante analizar que ambos países pertenecen a dos conjuntos distintos de economías: uno que es emergente (Bolivia) y otro que es avanzado (Suiza).
En ese sentido, corresponde más bien comparar la mediterraneidad de Bolivia y Paraguay con la de países emergentes en el mundo. De hecho, las Naciones Unidas tienen una división especial para los 32 países emergentes que tienen esta característica en común, llegando a la conclusión que el transporte internacional es 40% más caro en promedio que en otros países.
En resumen, la descontextualización puede ser extremadamente peligrosa por las inferencias o conclusiones que puede generar.
Rumorología
Las tres secciones anteriores son ejemplos de que si no se sabe con un importante grado de precisión qué se está analizando y en qué contexto, se pueden sacar conclusiones erróneas o generalizaciones innecesarias.
Un problema serio de estas ideas es que pueden esparcirse muy rápidamente y generar aún más desinformación. Un reconocido profesor de la Universidad de Harvard, Cass Sunstein, tiene un libro titulado Rumorología: Cómo se difunden las falsedades, por qué las creemos y qué hacer contra ellas, en el cual analiza estos aspectos.
El diagrama adjunto resume el análisis de este profesor y colaborador del Premio Nóbel Richard Thaler. Tomando en cuenta el ejemplo de la sección sobre cuestiones de orden y grado, podemos reconocer que todos tenemos una clara concepción previa, que puede venir de la experiencia, el conocimiento (incompleto) adquirido u otros.
El diagrama adjunto resume el análisis de este profesor y colaborador del Premio Nóbel Richard Thaler. Tomando en cuenta el ejemplo de la sección sobre cuestiones de orden y grado, podemos reconocer que todos tenemos una clara concepción previa, que puede venir de la experiencia, el conocimiento (incompleto) adquirido u otros.
La idea se difunde gradualmente y genera un efecto de cascada o bola de nieve, puesto que genera la sensación de que al ser aceptada por muchas personas debe ser verdad y porque, en general, a la mayor parte de las personas no nos gusta disentir con el resto.
Este efecto es aún más fuerte en un contexto polarizado, donde las opciones menos extremas desaparecen en la práctica y quedan dos visiones totalmente contrapuestas, convirtiendo una cuestión de grado en una de orden. Además, que esto se asienta aún más porque las personas estarán dispuestas a aceptar un rumor siempre que apoyen sus concepciones previas.
Todo lo anterior es parte de dos áreas, la de razonamiento y pensamiento crítico, como la de la psicología conductual. Esta última ha adquirido cada vez más relevancia porque se centra en cómo ideas equivocadas ya sea por falacias de origen o por fenómenos conductuales, se esparcen rápidamente.
En el ámbito económico, el principal problema de estos sesgos de interpretación es que alejan la discusión de los puntos realmente importantes y, por otra parte, disminuyen la capacidad de generar consensos básicos que podrían ser más efectivos para el bienestar general.
En síntesis: frente a cualquier noticia o comentario, deje un espacio para la razonable duda, con el mejor ánimo de tener una concepción más cercana a la realidad y menos emocional.