Agrimet: tecnología climática para proteger cultivos

¿Cómo evitar que una helada arruine nuevamente el sustento de una familia? Esa fue la pregunta que encendió la chispa detrás de Agrimet, una startup boliviana de tecnología climática que nació desde la experiencia, la empatía y una profunda vocación por transformar el agro. Leydi Cruz, cofundadora de la iniciativa vivió de cerca las dificultades del campo gracias al testimonio de su madre, profesora rural durante 26 años, y fue esa cercanía la que sembró la semilla de un proyecto que hoy está revolucionando la forma en que los agricultores enfrentan el cambio climático.

Agrimet surgió en la universidad, como un proyecto experimental con sensores para monitorear condiciones agrícolas. Pero fue el contacto directo con los productores y las metodologías adquiridas en concursos de innovación lo que permitió reformular el enfoque. Tras múltiples entrevistas y validaciones, el equipo identificó que el fenómeno más temido no era otro que la helada. Desde ese momento, su misión fue clara: anticiparla con precisión para mitigar su impacto.

Aunque intentaron aplicar inteligencia artificial para predecir heladas, pronto descubrieron que no contaban con la infraestructura de datos necesaria. Lejos de rendirse, decidieron construir desde cero su propia red de sensores, recolectando datos con rigor técnico bajo normativas internacionales. Este proceso tomó más de tres años y les permitió desarrollar una tecnología estable, independiente y confiable, que opera incluso en condiciones adversas. En paralelo, Leydi se formó en meteorología y agricultura para tener una mirada más integral del problema.

Así fortalecieron su propuesta, transformando a Agrimet en una solución Deep Tech que entrega alertas tempranas y recomendaciones personalizadas, pero con un enfoque clave: la tecnología debe adaptarse al agricultor, no al revés.

Por eso desarrollaron un modelo sostenible de entrega de información, donde los usuarios reciben mensajes sencillos y comprensibles sobre riego, lluvias y heladas. El sistema fue diseñado con retroalimentación constante de los productores, a través de talleres presenciales en las comunidades y análisis cruzado entre datos cualitativos y cuantitativos.

Agrimet también ha sido apoyada, mentoreada y acelerada por Santa Cruz Innova, la agencia de innovación de CAINCO, lo que ha fortalecido su proceso de escalamiento e integración al ecosistema tecnológico del país.

El principal aprendizaje de esta startup ha sido entender que el campo no espera. Requiere decisiones oportunas, resiliencia frente a lo incierto y capacidad de adaptación en tiempo real. El cambio climático obliga a anticipar. Por eso, Agrimet traduce datos en acciones concretas, mirando el cielo con otros ojos y escuchando lo que la tierra necesita.

Actualmente, priorizan regiones bolivianas con alta producción agrícola pero poca infraestructura climática, como los valles de Santa Cruz, y se preparan para expandirse a países andinos como Perú y Ecuador. Además, han despertado interés en México, donde esperan concretar pruebas piloto junto a aliados del Tecnológico de Monterrey.

Liderar esta startup también ha implicado romper barreras. Ser mujer en un entorno dominado por hombres —la tecnología agrícola— no ha sido fácil. Desde los prejuicios iniciales en la universidad hasta las condiciones adversas para desarrollar I+D en Bolivia, el camino ha estado lleno de desafíos. Pero también de logros: como obtener fondos internacionales en etapa temprana, diseñar su propio hardware desde cero, o acceder a la beca Chevening para estudiar una maestría en Reino Unido. Todo, sin percibir un salario durante años, pero con una convicción inquebrantable: hacer ciencia útil, con propósito y con impacto real.

Para mí, liderar Agrimet es también abrir un camino que no existía. No ha sido nada fácil, pero cada paso y logro reafirma que sí es posible construir tecnología desde un espacio quizás pequeño, pero con mucha alma, propósito y perseverancia”, concluye Leydi.

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